AGUJERO


El agujero es concebido como un espacio que interrumpe la continuidad del orden de las cosas.

Hay agujeros en cualquier lugar y casi nunca son bien vistos. Agujeros en el suelo, en las paredes, en el techo, agujeros construidos por animales, por el agua, por el fuego, por el viento, por movimientos de tierra, por el hombre.

Sean como fueren, los observadores de agujeros ven en ellos una imperfección, un lugar que modifica la armonía, un lugar para cambiar. Al mirar al agujero, se le busca un sentido, casi siempre equívoco.
Y digo que los agujeros son malinterpretados basándome en lo que muy poca gente sabe, los agujeros tienen vida propia.

Piensen en cualquier agujero, en la explicación general que de él, su formación y su sentido se suele dar, y luego pónganse en el lugar del agujero y pregúntense por el sentido de su vida.

Les contaré la vida de Rodolfo el agujero. Rodolfo nació en un tejado, y fue allí y no en otro lugar porque le gustaba el sol, el viento, la lluvia y porque en su esencia todo agujero quiere cambiar las cosas. Con los años Rodolfo fue creciendo en aquel tejado de ciudad que no protegía nada. Le observaban y decían que era fuente de inundaciones, que no era estético, que entrarían por él a robar.

Rodolfo se ayudó del aire, de la luz, del agua para crecer y dejó que estos elementos entrasen en la casa. Con idea de reproducirse Rodolfo dejaba entrar el agua en un fino pero constante hilillo que martilleaba la baldosa del piso. La erosión hizo que con el tiempo, el agua crease un nuevo agujero y tuviese como destino la tierra sobre la que la baldosa yacía.

Rodolfo creció y el nuevo agujero, Martina hizo lo mismo. Debido a Rodolfo, Martina escuchaba, sentía, olía. Ambos compartían sol.

Martina por su parte comenzó su cometido, y de nuevo con idea de cambiar las cosas fue agujero en la tierra y dejó pasar esa semilla, que antes dejase pasar Rodolfo.

La semilla, luego el agua y luego el sol atravesaron ambos agujeros. El fino hilo que en un principio fue ese árbol atravesó a Martina, atravesó a Rodolfo y los hizo grandes, digamos que los tres sintieron crecer en la misma dirección.

Siguiendo con el ciclo de la vida ,y la cadena de cambio y revolución, Rodolfo dejó de existir para destruir la casa, y dejó paso al árbol y a que este generase nuevos agujeros, perpetuando así ese ciclo que cambia la constante armonía de los espacios dominados.