CULEBRA A LAS LETRAS

…4:58 de la mañana, la luz de la mesilla le hirió en los ojos al despertar, la radio encendida y el libro desparramado a su lado entre las sábanas formaban una escena conocida, repetida.

Cerré el libro y miré el reloj-radio-despertador, eran casi las dos de la mañana y la escena que acababa de leer tenía pinta de reproducirse de nuevo, de hacerse realidad.
Estaba muy cansada, tenía que madrugar, pero aún podía leer un rato más. Sólo un poquito.

…y el libro desparramado a su lado entre las sábanas formaban una escena conocida, repetida.

Cuando me desperté, la luz me hirió en los ojos, la radio susurraba las noticias, ¿y el libro?. El libro clavado en mi espalda, pero, sólo un poquito.

El Retrato


Sus trazos no eran firmes, los colores parecían diluidos. Como si el pincel hubiera estado aguado y envejecido. Como si esos colores fueran los de una fotografía estropeada por la lluvia.Pero aun así, él seguía viendo la belleza de de la escena, podía adivinar los mas pequeños detalles, las puntillas del vestido, los suaves relieves de la corteza del viejo sauce, la luz atravesando la cortina de hojas verdes, que amarilleaban ya, con suaves matices, por la llegada del otoño. La mirada furtiva de Clara, mientras una pincelada de luz dorada, adornaba su nariz. El matizado azul de un cielo vespertino, y las sombras del bosque que enmarcaban la escena.El conjunto no le convencía, pero aun así, estaba seguro que el retrato, la esencia del momento, estaba trasfigurada en su obra. Volvió a coger le lápiz un momento, dudo, pero por fin, apoyo la punta sobre el papel, y esbozo, la ultima nota.Posó ahora las manos sobre el piano, y repito repasando, la ultima línea del pentagrama, le siguió sonando bien. Era la melodía que buscaba, y ciertamente, Clara sonreía en ella.

EL ÁRBOL Y LA CASA

Nacieron juntos, cada uno era de una especie y no se entendían.
La casa fué creciendo ladrillo a ladrillo, el árbol lo hizo ramita a ramita.
Llegaron a su plenitud ayudados por el hombre, a la casa le salieron tejas y al árbol le salieron frutos.
En la soledad de su inmovilidad se sintieron atraidos el uno por el otro y tomaron la decisión de ser pareja, el árbol daba sombra y abrigo con sus hojas, la casa resguardaba del viento y enseñaba su interior cuando abría las ventanas.
Ya crecidos, quisieron ser independientes del hombre. Sólo necesitaban el apoyo de su compañero. Quisieron reproducirse y para ello el árbol alargó sus raíces hasta tocar el interior de la casa, la casa se levantaba unos centímetros y, de tanto placer dejaba chorrear agua de sus tuberías.
Ambos sentían crecer en la misma dirección.
Los humanos, creyéndose dueños de la casa y del árbol se sintieron celosos de este amor y creyeron conveniente separarles. Transplantaron al árbol.
Este se puso triste, sus hojas empezaron a ceder en su lucha contra la gravedad, el viento azotaba su costado y el dejar de sentir el fluido líquido de la casa, secó su interior.
La casa se sintió vacía por dentro, sus cimientos comenzaron a ceder y las grietas fueron dibujando su contorno como las arrugas perfilan la vejez.
Murieron juntos