DESNUDARSE ANTE LOS FANTASMAS

Ciudad, metro y madrugada.
Música, copas y libreta.
Inquieto, tranquilo, observador.
Espero al metro, frente a mí:
Zapatillas de estar por casa, cara desintererada inclinada hacia el periódico.
Balanceo pendular entre la borrachera y el interés intelectual por el texto.
Bolsillos abiertos, se dirige a ambos lados, se sienta, no deja un transeúnte sin mirar.
Yo me escondo en la inmovilidad de su primer plano.
El viento vuela el periódico, lo cierra, lo dobla. Él vuelve al balanceo.
Entro en el metro:
Travelo, de mi edad. Huele a mezcla de colonias de hombre y mujer. Me gusta el olor.
10 centímetros de tacón, pechos caídos. No para de mirarse en el espejo y calza un 43.
Lleva guantes y es llamativa. Provoca risas y miradas furtivas, lascivas, juegos entre parejas.
Al cruzarse con ella provoca un sentimiento generalizado de buen rollo en las personas.
Trasbordo, espero:
Las miradas se cruzan en el andén, deambulo. Me impactas y te describo.
Pasan las estaciones mientras te observo, me inquieto, escribo.
A cinco paradas de mi estación decido dejar de escribir.
Genero la condición de entregarte el papel si cuando marcho aún sigues ahí.
Llega mi parada y te levantas antes que yo.
Me armo de valor y me coloco cerca de ti, antes de partir me diriges la mirada.
Te persigo de cerca hasta la calle, que marca la despedida.
Adelanto la mano y te doy aquella hoja de libreta.
Aquella mirada se coló y recorrió.
Inmóvil e inquieto, los caminos se distancian y no será fácil que se vuelvan a unir.
¿Qué habré escrito en la libreta?
Hacía tiempo que no disfrutaba del silencio.
En casa, nervioso, me encuentro con este escrito de Kafka: “Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican, en efecto, enormemente” … “las cartas son un espléndido remedio contra el sueño. ¡En qué estados uno las recibe! Reseco, vacío y provocativo, una alegría momentánea seguida por largos sufrimientos. Mientras uno lee, olvidado de sí mismo, se yergue el poquísimo sueño que uno tenía, huye por la ventana abierta y no vuelve hasta mucho después.”