HABITANTE

Un impulso occidental por menospreciar la nacionalidad nos llevó a ese pueblo. El hambre y el frío hicieron que nuestros problemas se resolviesen cogiendo unas manzanas y refugiándonos en una casa que pensamos abandonada. Cometimos hurto y allanamiento de morada.
Llegó, el habitante de las cuatro paredes nos cobijó, utilizó lo que aquí llamaríamos didáctica, e imitando sus movimientos aprendí a encender cuatro maderas a modo de chimenea. En el fuego que nos calentaba, el agua del botijo comenzó a transformarse en caldo, absorbiendo otra vez la sustancia del hueso. De postre comimos manzanas.
Iluminados por el mismo fuego, el habitante habló de las normas del pueblo, nosotros diríamos que habló de derecho. Reflexionamos. Dormimos. Éramos culpables y como castigo decidimos cocinar para los damnificados.
Yendo juntos a comprar descubrimos que en el pueblo trataban respetuosamente al habitante por vestir de rojo, rompiendo la barrera descubrimos que nosotros utilizamos la toga, él era nuestro juez y nosotros nos habíamos impuesto el castigo.